La llegada de la primavera representa un renacer, no solo en la naturaleza, sino también en nuestra piel. Tras los meses fríos del invierno, la piel puede presentar signos de sequedad, tirantez, sensibilidad e incluso pérdida de luminosidad. Con el aumento de las temperaturas, la mayor exposición al sol y el cambio en los niveles de humedad es fundamental adaptar la rutina de cuidado facial y corporal para renovarla, revitalizarla y protegerla.
En primavera, es habitual que la piel necesite un extra de hidratación, además de comenzar a prepararse frente a la radiación solar más intensa. Este es el momento perfecto para restaurar su equilibrio natural, unificar el tono y reforzar la barrera cutánea.














