Cuando la radiación solar incide sobre la piel, las células que forman el pigmento (melanocitos) empiezan a producir melanina. Esto hace que la piel se broncee. En las personas sensibles al sol, incluso un breve periodo de tiempo al sol puede provocar un enrojecimiento: se produce una quemadura solar. Esto destruye las células de la capa superior de la piel (epidermis).
Si se toman determinados antibióticos y medicamentos, la piel se vuelve más sensible a los rayos UV. Los principios activos de algunos antibióticos comúnmente recetados (como la amoxicilina o la doxiciclina, pero también medicamentos que contienen sulfonamidas, cefalosporinas y aminoglucósidos) inhiben determinadas moléculas y sustancias mensajeras del organismo. Cuando funcionan correctamente, protegen la piel de los daños causados por los rayos UVA y UVB del sol. Por tanto, si durante el tratamiento con antibióticos te expones al sol sin protegerte lo suficiente, la piel es especialmente sensible a las radiaciones solares. El organismo reacciona con una reacción fotoalérgica y, en el peor de los casos, incluso con una reacción fototóxica, que puede ser más duradera y dolorosa que una simple quemadura solar. También aumenta el riesgo de consecuencias a largo plazo, como el envejecimiento prematuro de la piel inducido por el sol y el cáncer de piel. Por eso debes evitar el sol en la medida de lo posible si tomas antibióticos.
Por cierto, no sólo los antibióticos y el sol no se llevan bien. Otros medicamentos como la píldora anticonceptiva, preparados que contienen ciertas sustancias vegetales, tratamientos oncológicos, psicotrópicos, fármacos cardiovasculares e incluso algunos antiinflamatorios y antiinfecciosos también aumentan la sensibilidad de la piel al sol. Actualmente, 393 medicamentos están clasificados como "fotosensibilizantes". Pregunta en tu farmacia sobre los efectos secundarios y las interacciones de cualquier medicamento que te receten y lee atentamente el prospecto.