Cada persona tiene su propio microbioma. Éste es único en cada persona, y cada persona vive en simbiosis con él. La piel ofrece a las bacterias un hábitat y nutrientes, y a cambio, las bacterias protegen la piel (y, por tanto, el cuerpo) frente a la penetración de microorganismos patógenos (es decir, de gérmenes que provocan enfermedades).
El microbioma (junto con la piel en sí) forma parte del manto ácido de la piel, que la protege frente a agentes externos dañinos . El microbioma del propio cuerpo lidia muy bien con las condiciones del pH fisiológico de alrededor de 5; en cambio, los microorganismos patógenos no pueden tolerarlas.
Diferentes factores ambientales, como un cambio en el pH de la piel, la radiación ultravioleta o la edad, pueden afectar al equilibrio del microbioma de la piel. Un microbioma desequilibrado puede derivar en afecciones cutáneas como piel seca y sensible o incluso enfermedades inflamatorias como el acné o la dermatitis atópica.
“En Beiersdorf llevamos más de 20 años estudiando con éxito los microorganismos de la piel. Siempre hemos querido entender los efectos beneficiosos de las bacterias en nuestra piel, y también saber cómo podemos ayudar a la piel a mantener la estabilidad del microbioma”, explica el director del equipo de Investigación sobre el Microbioma, el Dr. Hendrik Reuter.